Arturito y las hormigas


Había una vez un niño pequeño moreno de 4 años, delgadito y cabezón que se llamaba Arturito e iba paseando con sus papás por las calles de Lebu, una ciudad pequeña y tranquila.
Cuando se acercaban a la plaza de armas, Arturito vio un par de cañones que estaban ahí y captaron poderosamente su atención. Corrió como un rayo a verlos desde cerca, tanto así, que sus padres no lo vieron alejarse y curiosamente asomarse frente al misterioso agujero del frente de uno de ellos, cayendo de cabeza al interior del Rayo.
Al parecer, Arturito se había puesto muy chiquitito, pero no lo suficiente para no quedar atascado sin siquiera poder moverse, lo cual lo desesperó al comienzo, pero cuando llegó la resignación, vio que al fondo del cañón habían unas hormiguitas alimentándose de residuos en envoltorios de galletas y caramelos, de los que había bastantes también.