Apuesta de Pascal Atea

Existe un pésimo argumento a favor de la religiosidad que se llama la apuesta de Pascal y básicamente dice que es más práctico y seguro ser cristiano que ser ateo ante la duda de la existencia de Dios, porque tendría buenas consecuencias al morir.
Si mueres siendo cristiano y Dios no existe, no pasa nada. Si mueres siendo cristiano y Dios existe, irás al paraíso ¡Bien! Si mueres siendo ateo y Dios no existe, no pasa nada. Si mueres siendo ateo y Dios existe, irás al infierno ¡Muy mal!
El argumento es bastante malo por muchas razones. No es un argumento a favor de la existencia de Dios, por lo que no va a persuadir a ningún ateo, tal vez sirva para algún agnóstico, pero luego viene el problema de que no solo existen las opciones de creer o no creer. Exiten cientos de dioses en los que puedes creer y si apuestas por uno de ellos, estás condenado a uno de los otros cientos de infiernos restantes.
Además, creer no es una desición, porque por más que quieras creer que eres un millonario, tu realidad de falta de millones te va a obligar en el fondo de tu consciencia a no creerlo, porque
simplemente es increíble. Sin mencionar que solo por creer algo, no lo hace cierto.
Entonces, se me ocurrió un nuevo argumento inspirado en la apuesta de Pascal, que tiene que ver con la crianza de hijos en un matrimonio de padres ateo y cristiano.
El padre cristiano siempre va a querer inculcarle a sus hijos la religiosidad desde pequeños y el padre ateo va a querer que crezca libre de religión para que pueda decidir por si mísmo en el futuro (esperando que sea ateo, porque sabe que no existe ningún dios).
Entonces el argumento es el siguiente:
Si al niño no se le inculca la religión y Dios no existe, no pasa nada, porque vive en la sana realidad.
Si al niño no se le inculca la religión y Dios existe, al ser omnipresente, lo encontrará y se hará cristiano de todas formas.
Si al niño se le inculca la religión y Dios existe, no pasa nada, porque vive en la sana realidad.
Si al niño se le inculca la religión y Dios no existe, crecerá en la mentira.
Asumiendo que ambos padres se respetan, no inculcar al niño la religión es lo más sensato, porque tiene buenos resultados de cualquier forma, mientras que la otra opción solo ofrece una buena resolución y otra muy mala.

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